Gonzalo Palomino Ortiz

Medio Ambiente | Persona

El maestro que da la vida por la Tierra

Las playas de amor de Chimichagua, las que abrazaron la piragua de Guillermo Cubillos, también presenciaron el nacimiento de un visionario que habló de cambio climático antes de que fuera la moda, advirtió sobre la tragedia de Armero, metió en el cuento ambiental a una universidad y ahora lo propaga en toda una ciudad.

El maestro que con sus enseñanzas e investigaciones ambientales, sintetizadas en su boletín S.O.S. Ecológico , mereció el Premio Global 500 de la ONU y otras 13 distinciones nacionales e internacionales.

El mismo que ya cuenta con 17 publicaciones y que ahora es un Colombiano Ejemplar, en la categoría Medio ambiente. Inmensa obra que arrancó con unos patos.

La revelación

Esa tarde de enero, entre las heliconias, orquídeas y guaduas del Jardín Botánico de la Universidad del Tolima (UT), el maestro Gonzalo Palomino Ortiz recordó el día en que su padre, Tácito Rafael Palomino Escalona, le enseñó a cazar patos, la experiencia que marcó su vida.

De niño lo acompañaba a cuidar las vacas en los playones de Chimichagua, un pueblo del Cesar a orillas de la ciénaga de Zapatosa.

“Mi papá nos llevó a la orilla del playón, nos desnudamos y? ‘cada vez que salga un pato, ustedes se agachan’”, fue la instrucción de Tácito, que ahora recuerda su hijo.

Apenas el pato asomó la cabeza, Gonza lo cogió y se sorprendió con la plaquita metálica que tenía el ave en una pata. “Alguien me contó que ese pato venía de Estados Unidos. Y pensé: ¿por qué se vienen esos verracos patos pa’ los playones de Chimichagua? Descubrí que la Tierra tiene varios climas, que los patos venían de una zona de mucho frío, se quedaban esa temporada y después regresaban.

Recibí la revelación de que las plantas y los animales podían ser diferentes. ¡Tenía cinco años y pa’ mí esa vaina era escandalosa! Quedaba claro que la diversidad estaba condicionada por el clima”.

También aprendió que con el mal uso, los recursos naturales se agotan. Todavía se estremece al pensar que su padre, en la época de panelero, quemaba el bagazo de la caña de azúcar, “¡una fuente energética!”, exclama Gonza sobresaltado.

Qué juventud y alegría transmite. Mientras recorre el campus de la UT, donde dicta cátedras de Ecología desde 1970, estudiantes y egresados lo saludan y él, “¡hoola campeón, ¿cómo va campeón?!”.

Ese moreno alto y grueso, como el roble, de mochila arhuaca, cachucha de paño, zapatos de corduroy y lento caminar, es ingeniero agrónomo y tiene 74 años, 52 en la docencia.

El biólogo Carlos Andrés Becerra fue su alumno y considera que al maestro lo quieren mucho los estudiantes porque “es muy completo su lenguaje. Las salidas de campo son rigurosas e invita a querer los recursos naturales”.

La gran retirada

En la oficina del Observatorio de Derechos Humanos de la UT, Palomino concluye que la opción ante el cambio climático es “la gran retirada”, que aunque suene muy pomposo significa “cambiar el estilo de vida del crecimiento económico acelerado”.

En esta ruta, la investigación más importante que desarrolla con sus estudiantes de Recursos Naturales y Agricultura Biológica es una especie de “finca de Noé”, en Doima (Tolima), donde acumulan el mayor número de especies para resistir el cambio climático. La clave: el paso de la agricultura química a la orgánica.

No tiene hijos, está lejos de sus tres hermanos y su esposa Beatriz Nivia murió.

Vive solo, en Ibagué. Es un enamorado del vallenato y primo de dos grandes: Rafael Escalona y José Benito Barros Palomino, autor de La piragua.

Sueña con escribir lo que ha vivido y por eso nos muestra orgulloso su último libro: Ecología de los páramos tropicales.

Rumbo a Medellín, cuando el avión sobrevuela el Parque Nacional Los Nevados y la nieve aparece cada vez más escasa en las montañas, vuelven las palabras del maestro: “Urge la gran retirada profe, antes de que el blanco de la roca sea solo un recuerdo”.

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