Cultura, Mención
Leonel llevaba el arte entre las manos
Gonzalo Arango, el nadaísta el escritor, iba a la casa de Leonel Estrada, que hoy quedaría detrás del centro comercial Oviedo, a conversar de literatura y arte, y también iba a nada. Recuerda Alberto José Estrada —hijo de Leonel— que se aparecía en las noches a buscar en el enorme patio un sapito que se metía en el bolsillo y después se iba. Las gabelas de la confianza y la amistad.
El periodista John Saldarriaga, que se entrevistó varias veces con Leonel, título uno de sus artículos en El Colombiano diciendo que el pintor, escultor, escritor y odontólogo paisa fue “el Midas del arte antioqueño”, no fue ninguna exageración.
Leonel fue gestor de las famosas Bienales de Coltejer que se sucedieron en 1968, 1970, 1972. Pero no solo fue gestor, también fue maestro y músculo vigoroso que bombeó sangre para que esos encuentros artísticos no se perdieran.
Debajo de la que era su casa, en el sótano, estaba la taberna del ahorcado, donde se reunía con sus amigos, entre los que estaban Rocío Vélez, Jaime Sanín Echeverri, Óscar Hernández,Manuel Mejía Vallejo, Olga Elena Mattei, María Helena Uribe Echavarría —su esposa— y Darío Ruiz Gómez.
No solo hablaban, en el apartamento en el que ahora vive doña María Helena, hay bloques de cemento con figuras pintadas, todas salieron de la taberna.
Hay, también, muchos cuadros, pinturas religiosas y flores, una biblioteca grande y hasta una manual del usuario Macintosh. Aún hay poemas que esperan ser descubiertos, como los que ha ido encontrando Beatriz Elena, su hija, que resume a su padre en una frase: “Él lo que nunca perdió fue tiempo”.