Por una imagen llegó a la cárcel. Al fondo estaba la Virgen de las Mercedes acompañada con flores, en el primer plano, unos brazos masculinas se apoyaban en los barrotes y una mano sujetaba una vasija de plástico marcada con la palabra Axión.

El conjunto de elementos de la fotografía que Gloria Inés Restrepo Vásquez vio publicada en EL COLOMBIANO a mediados del noventa la llevaron hasta los patios de la cárcel Bellavista.

No era la primera vez que pisaba un reclusorio. Meses antes de ver la foto, que recortó y guardó por un tiempo, se enteró de que las religiosas que prestaban su servicio misional en el Buen Pastor estaban buscando licenciados voluntarios que las capacitaran, porque les estaban exigiendo tener al menos el grado de bachilleres.

Gloria Inés tenía el título de licenciada de la Universidad Pontificia Bolivariana y la experiencia como maestra en los colegios Los Almendros, Pinares y Santa Margarita.

Tenía también la vocación de servicio, un don que ella asegura se lo debe solo a la bondad de Dios. “La vida es servicio”, dice.

Lo que ha hecho durante casi toda su vida es cultivar ese don. A la docencia llegó por herencia pero también por una motivación íntima que la lleva a servirle a los otros.

Durante 35 años se desempeñó como maestra en una profesión que cuenta “ama con toda el alma”. Sería por eso que no le importaba dar su clases en el colegio en la mañana, salir al mediodía y continuar en la tarde en el Buen Pastor.

Cuando terminó su tarea con las religiosas y días después de decirle a su mamá “tengo que ir a la cárcel”, Gloria Inés llamó a la Pastoral Penitenciaria Católica donde la recibieron con los brazos abiertos para que dictara clases a los muchachos -como ella los llama- de Bellavista.

Tenía cursos de hasta 90 personas, en los que le tocó trabajar mucho porque varios se matriculan con la única intención de rebajar la pena. Claro que ella sacó toda su experiencia y otro don que le agradece a Dios, el del manejo de grupo, para mantener siempre el orden.

Nunca -es enfática Gloria Inés- alguno de los reclusos le dio mal trato, siempre la respetaron y el tiempo que compartió con ellos lo recuerda sin manchas de desagrado.

Y eso que algunas veces tuvo que salir corriendo del recinto por las órdenes de traslado u otras disposiciones normales para el sitio. Ella asegura que nunca sintió miedo.

La tranquilidad no se le arruga y la piel tampoco. Cerca a los 60 años de edad, Gloria Inés tiene la piel como de dos décadas menos. Sus padres también fueron de piel tensa pero ella cree que la suya se la debe en mucho a el amor con que hace las cosas.

Se jubiló en 2007 como docente, pero hasta el año pasado estuvo dando, con el mismo amor de siempre, clases en Bellavista. Con ese mismo compromiso, hace 30 años tiene hace un voluntariado en el que les hace compañía a enfermos que no reciben visitas. Hace unos meses sintió que podría servir más y por eso pasa varias horas a la semana acompañando a los ancianos del asilo Mi Casa. Con todo, Gloria Inés no cree que la ejemplar sea ella, está segura de que el ejemplar es Jesucristo.