El Museo de Antioquia busca democratizar el arte y la cultura.
Decirle a alguien dónde queda el Museo de Antioquia es fácil. Está ahí, coronando la plaza Botero, al inicio de la recién remodelada Carabobo, desde ahí, las monumentales esculturas en bronce custodian la entrada.
Adentro, las amplias escaleras y corredores dan la bienvenida a quien quiere experimentar el arte y sus salones dejan que se sienta la ciudad.
Desde hace siete años trasladó allí sus colecciones e inició una nueva etapa en su existencia, porque si antes jugaba un papel importante en el arte y la cultura local, empezó a tener un papel protagónico en el cambio que ha venido sufriendo Medellín.
«Este es un estímulo muy importante al grupo, un equipo de trabajo encargado de hacer un trabajo de transformación con el Museo», dice Lucía González, la directora de esta institución, que más que un edificio, agrega, es un proyecto.
¿De qué?, pues un poco de todo. El Museo hizo una gran apertura y democratización tanto de sus colecciones como de sus saberes, «salimos a los barrios y fuimos a los pueblos», cuenta Lucía.
Abrió sus puertas a la ciudad y los estratos uno, dos y tres, así como las escuelas, para quienes la entrada es gratuita.
El museo, dice su directora, hacer parte del desarrollo de la ciudad y del país, trascendiendo de la labor estética, que es muy importante, a una labor ética, política y social.
«Estamos haciendo una apuesta en construcción de ciudadanía, democracia, de patrimonio, memoria, valores… es una tarea fundamental por cumplir».
Viendo pasar la ciudad
Su ubicación es privilegiada, pues en sus puertas Medellín se muestra con su esplendor y sus fantasmas. Pero el Museo, que parece un ser viviente, supo meterse en la ciudad y meter a los ciudadanos en sus salas, no por nada dice su directora que el arte es un medio muy potente para llegar a transformar muchas cosas.
También por eso, el año pasado trabajaron con niños de la calle y este año lo harán con víctimas y victimarios.
¿Y eso es responsabilidad de un museo? Habrá quienes digan que no, pero para éste sí que lo esy también eso lo hace ejemplar.
«No conozco una agenda tan completa y tan comprometida en ningún museo. Seguramente tiene que ver con la situación de la ciudad, pues aquí es un imperativo serle útil con todos sus conflictos», dice al respecto Lucía.
Lo de ejemplar, además, le sienta bien a esta entidad privada, «pero que la asumimos como pública», por su trabajo, por su dedicación y por la entrega desmedida a procurar una Medellín diferente, un país mejor.