Cocomasur obtuvo EL COLOMBIANO Ejemplar en la categoría Medio Ambiente-Institución en 2014.
Cuando Marcela Ibarra ingresó a Cocomasur, el Consejo comunitario de las comunidades negras de la cuenca de río Tolo y la zona costera sur, en 2011, la oficina del consejo era la casa de su representante legal, Everildis Córdoba, en el municipio de Acandí, Chocó. Hoy, el trabajo colaborativo al que se han sumado las nueve localidades que lo integran entrega sus frutos: ya cuentan con sede propia, generan hasta cincuenta empleos con vinculación directa, en su mayoría mujeres y jóvenes, y su compromiso con la protección y la conservación de la riqueza natural de su territorio les ha permitido generar un modelo de negocio a través de la venta de certificados de carbono a empresas que quieren compensar sus emisiones.
Cocomasur, cuenta Everildis, fue creado en 2002 cuando la alcaldía local les entregó su reconocimiento, pero uno de sus hitos principales ocurrió en 2005, al recibir de parte del Estado el título de propiedad colectiva, consagrado en la Constitución, de cerca de 13.400 hectáreas de bosque. Esto les concedió derechos especiales a las comunidades negras, afrocolombianas, palenqueras y raizales asentadas en sectores como Peñalosa, Caleta, San Miguel, San Francisco, entre otros, reconociendo así la ancestralidad, la tenencia, la cultura, la tradición y la particularidad del grupo étnico.
Además del bosque y de la riqueza hídrica que fluye de sus montañas, en la zona se encuentra el Santuario de Fauna Acandí, Playón y Playona, a cuyas playas llega la tortuga carey a desovar, un espectáculo natural de esta región del país que para Cocomasur es más que un atractivo y por ello se encargan de su protección y su monitoreo.
La voluntad
Como Marcela Ibarra, quien al principio fue asistente administrativa pero hoy se desempeña en el área de bosques, la gran mayoría de integrantes de Cocomasur han llegado con la voluntad de proteger y conservar “lo que es nuestro”. Al principio muchos arribaron como voluntarios, sin importarles que debían caminar por extensas jornadas que se alargaban hasta ocho horas diarias para reconocer el territorio, pero con el tiempo identificaron oportunidades de recibir un pago por ese monitoreo.
Eso les ha permitido fortalecer sus procesos y generar empleo a quienes hacen parte de sus comunidades. Ferney Caicedo, por ejemplo, ingresó al consejo en 2009, antes de cumplir los veinte años, y para él lo más gratificante es haber podido conocer más a profundidad el territorio que habita, ya que de esa forma sabe “cómo defenderlo”.
Ferney celebra, además, las posibilidades que se les dan a los jóvenes y las mujeres, no en vano “la mitad de la junta directiva son mujeres y la representante legal también lo es”.
En el crecimiento de Cocomasur mucho ha tenido que ver el autosostenimiento de sus actividades. Tal como cuenta Everildis, han aprovechado el auge que ha tenido en las empresas el interés por la reducción de emisiones por deforestación y la compra de certificados de carbono como mecanismo de compensación.
A Cocomasur han llegado empresas de distintos sectores e industrias: avícola, financiero, aerolíneas, mineras. Pero el filtro es claro: “No hacemos proyectos para que estas compensen pero sigan contaminando de forma irresponsable, sino que establecemos acuerdos para que compensen y reduzcan, ese ha sido nuestro mensaje. Uno no transforma esas realidades en uno o dos días, esto requiere tiempo y constancia”.
Marcela y Ferney han hecho parte de la adopción de herramientas tecnológicas con las cuales Cocomasur ha ampliado sus capacidades y abarcado muchos otros ámbitos en la protección, conservación y monitoreo de la riqueza natural de la zona. Hoy sus cuadrillas de monitoreo cuentan con herramientas y se han formado en el uso de GPS, sistemas de información geográfica, sistematización de reportes, fototrampeo de mamíferos, avistamiento de aves y registro de especies.
El objetivo con esto es ampliar la información existente sobre las condiciones del territorio y compartir ese conocimiento para que este se multiplique.
Hace poco establecieron una alianza con Parques Naturales para el registro de tortugas marinas en la región, todo un logro para las comunidades negras que, como señala Everildis, antes encontraban muchos obstáculos para vincularse con estos saberes.
“Llegar es difícil pero más aún es sostenerse. Seguimos pensando que lo mejor es seguir trabajando en colectivo, cuidando nuestros recursos naturales para estar en armonía con nuestro territorio”, concluye su representante legal
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