Tanto emocionó a Yuri Buenaventura el discurso que en la entrega del premio EL COLOMBIANO Ejemplar dio la directora del Instituto Nacional de Salud, Martha Ospina, en nombre de todos los ganadores –incluyéndolo a él–, que no tuvo problema en soltar la copa de vino y ponerla en una mesa para tener sus manos libres y aplaudirla con tanta intensidad que parte de los asistentes se sorprendieron.
“Cada célula es un ser integral, un todo, pero cuando todas las células se unen conforman un tejido, un organismo. Si nosotros, como país, queremos llegar a ser un organismo no podemos ser células sueltas, tenemos que estar unidos”, dijo Ospina, arrancándole a Yuri una exclamación que se escuchó en la plazoleta del Museo de Arte Moderno, donde se realizaba la entrega.
Yuri se identificó con cada una de sus palabras, pues es justo lo que él ha tratado de hacer en su carrera artística, que se ha desarrollado en gran parte por fuera del país y con la
que ha cautivado en particular al público de Francia, país que lo ha acogido desde hace casi tres décadas: ser una célula más que, a la distancia y con su arte, ha intentado sumar
y aportar para que Colombia mantenga cohesionado su tejido social.
El discurso le evocó al músico colombiano un encuentro que tuvo en Francia con un miembro de la familia Dassault, propietaria de la compañía Dassault Aviation, fabricante entre otros aviones de la línea Mirage, cuyas referencias son famosas en el ámbito militar.
Aquella jornada, de la cual no recuerda la fecha, Yuri le estaba dictando a su equipo una charla sobre música y cohesión social, luego de haberse hecho conocido en ese país tanto
por su música como por su mensaje social de inclusión y oportunidades.
Al terminar, el directivo le mencionó: “Usted habló de que Colombia es una nación, pero tiene que revisar ese concepto, lo de ustedes no es una nación”.
“Respete”, le dijo Yuri, algo alterado por la que consideró una imprudencia, pero Dassault le replicó: “No son una nación porque esta se forma cuando un grupo de individuos que vive en un mismo territorio caminan en una sola dirección, y ustedes en Colombia no lo hacen de ese modo”.
Para Yuri esa fue una “cachetada”, un golpe bajo justo a él que durante años creyó otro cuento, y a pesar de que ocurrió hace muchos años aún le duele, porque en aquella época –insiste en no recordar la fecha– en el país estaba activo el conflicto y “unos iban pa’ un lado y otros para otro”.
Las palabras de Martha Ospina, además de impresionarlo, le revivieron aquel intercambio con Dassault, por eso el aplauso tan sonoro y sentido con el que quiso destacar esa intervención y el significado que sus oraciones tienen para el país que él, desde el extranjero, sigue manteniendo presente en sus obras y pensamientos.

DE ORIGEN POPULAR
A sus 54 años, Yuri ha desarrollado una ascendente carrera musical principalmente en Francia, país al que llegó en 1988. Antes de contar su historia de logros y fama, el prólogo de su trayectoria estuvo marcada por la influencia que sobre su personalidad tuvieron sus padres, Manuel Bedoya, oriundo de El Carmen de Atrato (Chocó), y Nery Giraldo, de Ansermanuevo (Valle del Cauca), quienes sembraron en él la humildad y la sencillez para no dejarse atrapar por los flashes del espectáculo sin olvidar sus orígenes, y por ello fue que se puso como apellido artístico el nombre de Buenaventura, la región donde nació, se crió y se formó.
Volviendo al comienzo de su vida en Francia, y tres años después de arribar al país, Yuri ingresó a estudiar ciencias económicas en la Universidad de París en Nanterre, pero al mismo tiempo expuso su destreza artística en las estaciones del metro en esa capital.
Luego comenzó a recibir clases y a integrar agrupaciones musicales con latinos que, como él, residían en ese país. Y aunque luego vendría la fama, con los lanzamientos de álbumes como “Herencia Africana”, “Yo Soy”, “Vagabundo”, “Salsa Dura”, “Cita con La Luz”, “Paroles” y el más reciente, “Manigua” (2018), con los cuales ha recibido hasta cinco discos de oro, nada lo ha hecho desviar de sus metas personas, de su familia y de su sangre, ni tampoco ha olvidado que en su tierra natal hay problemas sociales, lo cual necesariamente no quiere decir que no haya valores.
En su caso, el amor y el afecto que recibió de sus padres le fueron dando una formación humana que le ha dado las herramientas más simples que podría haber tenido en su vida, pero que son tanto o más importantes que cualquier título académico o algún reconocimiento internacional que le hayan brindado.
“Una casa humilde puede estar llena de valores y estos son los fundamentos de una sociedad, de un país, de una nación”, sostiene Yuri. Y no se refiere, resalta, a una lucha de clases, pues hasta en los mismos niveles socioeconómicos más bajos hay estigmatizaciones y miradas superficiales, que él con su música ha intentado desvirtuar.
“Una de las razones de mi trabajo en la música y la cultura es lo que hago con herramientas muy pequeñas y simples que vienen de una ciudad estigmatizada, golpeada y vilipendiada como Buenaventura, pero con una formación en valores desde la casa se puede construir un mejor futuro para uno y su entorno”.
Él, a su modo, ha intentado devolverle al puerto todo lo que este le brindó en su infancia y su adolescencia, por eso en 2010 dirigió y financió el Festival Folclórico del Pacífico de Buenaventura y posteriormente creó la Fundación para la Infancia del Pacífico (FIP) para apoyar a los niños del barrio Playita.
Un artista que lleva a su pueblo en sus notas y en su corazón.