4 de febrero de 1923 – 7 de diciembre de 2018
Cuando tenía tres años, Belisario Betancur ya acompañaba a su padre a la estación Camilo Cé, en Amagá, el pueblo en el que nació, para ayudarlo a transportar gente y mercancías. Llegaban al amanecer, en mula. Aunque no todo fue trabajo en ese tiempo: los amigos arrieros de su padre le enseñaron a leer. De grande se volvió abogado, economista y, en 1982, presidente de Colombia.
Él fue, sobre todo, un político humanista que se interesó por la cultura. Entre sus otros oficios estuvo el de poeta, periodista, catedrático, traductor y editor. Era un hombre culto. Escribió libros sobre economía, educación, sociología y política. Impulsó el Museo de los niños y la Casa de Poesía Silva, y luchó contra el analfabetismo con el programa Camina. De EL COLOMBIANO fue siempre muy cercano: desde que estaba en la universidad escribió para el suplemento Generación. Porque a Betancur le gustaba vivir entre el papel y las letras. Dejó cuentos y poemas, como ese de El Caminante: Otros dirán por mí quién quise ser,/ yo solo sé decir que no lo fui.
También se interesó por el medio ambiente y participó de la que se conoció como Segunda Expedición Botánica. Diego, su hijo, señala que gracias a su papá él es una persona apasionada por la protección de la naturaleza y preocupada por la sociedad. Cuenta además que era un gran consejero. Recuerda que durante su adolescencia le decía a él y a sus hermanas, María Clara y Beatriz, que no era correcto heredar el odio político y los educó para tomar sus decisiones: “Siempre resaltó que no teníamos que optar por su partido, que era el conservador. Por el contrario, nos enseñó que hay que conocer todas las posibilidades”. En eso creía: durante su gobierno les dio voz a los liberales. En 1984, por primera vez, le apostó a buscar la paz. Fue el primero en hablar sobre procesos de paz con las guerrillas, intentó realizar un acuerdo con las Farc, el M-19 y el EPL y, aunque no lo logró, fue un paso para que después otros mandatarios lo intentaran. “No quiero que se derrame una sola gota más de sangre colombiana de nuestros soldados abnegados ni de nuestros campesinos inocentes”, dijo en la Plaza Bolívar cuando tomó posesión el 7 de agosto de 1982. Entre sus momentos difíciles como mandatario estuvieron los del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero, los dos en 1985.
Al morir, los honores no fueron de jefe de Estado sino de académico, como lo pidió. “Que cuando alguien recuerde a Betancur diga -precisó en la entrevista con este medio-, ese fue amigo de la justicia, de los pobres, de la cultura”.
A EL COLOMBIANO le dijo que no tenía tareas pendientes, y así se fue. Quedaron su compromiso y sabiduría, y el orgullo que sentía por elegir, con pasión, a los colombianos ejemplares: fueron 19 años como presidente del jurado.
“Mi padre fue muy cercano a la gente, porque él nunca olvidó sus orígenes y quería el cambio social”.
Diego Betancur
Hijo de Belisario Betancur