El sonido del violín guía la vida de Diana Marisol

Ganó EL COLOMBIANO Ejemplar en la categoría Infantil-Persona en 2003. Su vida ha girado en torno a este instrumento.

En New York, donde vive hace cinco años, es Diana M. Pipa –“Daian”, como se pronuncia en inglés–, pero cuando se monta en el avión y regresa a Medellín vuelve a ser Marisol Zapata, la niña nacida en el barrio Villa Hermosa que desde sus trece años ha recorrido el mundo con su violín, a la que el Papa Juan Pablo II tuvo la fortuna de ver y escuchar en el propio Vaticano en 2003. La misma que un año antes había sido escogida para amenizar el acto de posesión del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Pipa es el apellido de su esposo, James, también músico y con quien vive en Long Beach, una ciudad costera mágica, un sitio lo suficientemente cerca de New York para disfrutar de la gran ciudad, pero a su vez retirado del caos que esta representa, y que le permite a Marisol tener la paz y la tranquilidad que luego transmite en sus actuaciones. Aquel lugar es mar y sol, como su nombre, quizás un destino que ya tenía marcado cuando nació.

Allí llegó gracias a un instrumento que, como ella misma lo afirma, “tiene un sonido que viaja, que proyecta”. Lo tuvo claro desde la primera vez que lo tuvo en sus manos, en un examen de aptitudes musicales efectuado por el profesor Germán Augusto Romero en la escuela Francisco Antonio Uribe, como parte de unas audiciones organizadas por la Red de Escuelas de Música de Medellín para encontrar nuevos talentos en las distintas comunas de la ciudad.

Era un salón de preescolar, recuerda que estaba lleno de juguetes. El profesor tocaba El juez de Aranjuez en una guitarra y Marisol debía seguir los patrones rítmicos. Sus manos eran pequeñas, por tanto el instrumento calzó a la perfección. Más que eso, su talento hizo conexión con sus cuerdas.

A la semana llamaron a su mamá, Diana Patricia Ramírez, y le avisaron que había pasado la prueba. Iba a ser parte de la red. Quizás no había sido el sueño de Marisol porque hasta ese instante estaba más inclinada hacia el baile y la danza, pero ese encuentro transformó su vida.

Extrovertida y disciplinada

La disciplina, sin duda, ha marcado su ascenso. No fue fácil conseguirla. En la entrada de la adolescencia trataba de encauzar su energía, algo extrovertida e intrépida. Tal vez espontánea, genuina, en sus palabras. Incluso en un instante decidió no regresar a la red. En algunos ensayos interpretaba el violín mascando chicle.

Todo era parte de su proceso de maduración personal y musical. En ese momento, su mamá, ama de casa, y su papá, Carlos Mario, un electricista, fueron claves y la guiaron para que definiera su propósito.

También fueron fundamentales muchos de los maestros y profesores que la han acompañado en el camino, principalmente Juan Guillermo Ocampo, creador del programa, fundador de la escuela Amadeus y quien ha sido uno de sus apoyos más importantes; Gonzalo Ospina, Ángela Sierra, Cecilia Pino –”quien fue profesora que me insistió que regresara a la escuela”–, Cecilia Espinosa y muchos más. “En la música, como en el yoga, los senseis y los maestros son muy importantes”.

Por eso trata de no dejar a nadie por fuera de su lista de agradecimientos, que es extensa. Ellos fueron parte importante de su carrera que la ha llevado a participar en orquestas como la Sinfónica Eafit y la Filarmónica de Medellín.

Su talento lo disfrutan hoy en New York, donde tuvo la oportunidad de hacer una maestría y en la actualidad goza de una beca en la institución Aaron Copland Music School. Además, estudia jazz, cómo no si está “en la ciudad del jazz”. Destaca de esa experiencia el intercambio de saberes que ha recibido de personas como Arnaud Sussmann y Daniel Phillips, así como de Nancy Zhou, quien es su maestra en pedagogía y técnica expresiva.

Junto a su esposo James tiene un dueto, Pick and Bowl, en el que mezclan ritmos como el reggae y el jazz. Un placer que deleita a quienes tienen la fortuna de hacerlo en la playa, en los bares, en el salón de su casa.

Recuerdos

Marisol retrocede el casete al instante en que EL COLOMBIANO Ejemplar la reconoció en la categoría Infantil-Persona en 2003. De aquellos sueños que tenía esa niña de 13 años, algunos se cumplieron, otros quedaron postergados, pero quizás lo más importante es que hoy se encarga de construir su realidad. Y el violín es un protagonista directo

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