David, el elegido deportista y persona a carta cabal

• Quienes comparten a diario con él reconocen sus cualidades humanas
• El ajedrez le ha servido para cultivar valores y moldear un carácter afable
Las cuentas que Clara Irene Vanegas hacía en 1991 daban para que su primer hijo naciera ese 28 de diciembre. Pero él, como antes se lo había advertido su padre, nació el 24.
«Y lo pusimos David porque, dijimos, ese nombre significa el elegido». Clara y Víctor Hugo Arenas, entonces, decidieron quedarse con un solo hijo: ese, el elegido, David.
Hoy tiene 16 años; está creciendo, aunque no demasiado. Tampoco ha sacado músculos. Sigue siendo el mismo muchacho delgado, de tez trigueña, estatura mediana. Extrovertido, amiguero, juicioso; el que se le hace agua la boca con un plato de pastas; el que no le para bolas a la moda; el estudiante de excelentes calificaciones y disciplinado que ha sido desde cuando ingresó a Transición en el colegio Francisco Restrepo Molina de Envigado, donde este año sacará sus grados.
David es ajedrecista, pero no solo eso: es el más joven Maestro Internacional que ha dado el país, logro que consiguió rayando los 14 años. Y un dechado de virtudes no solo como deportista sino como persona. Así, por lo menos, lo ven quienes lo tratan a diario.
«El galardón que le concede EL COLOMBIANO no pudo caer en mejores manos. Él se lo merece porque los demás quieren reflejarse en él», advierte orgullosa Olga Eugenia Ramírez, coordinadora de Deportes en dicha institución educativa. «Lo conozco desde niñito y jamás he tenido una queja de él. Es el alumno que cualquier profesor quisiera tener: excelente, ejemplar; en lo académico, responsable, respetuoso, disciplinado, participativo y disponible para todas las actividades. Nunca se ha escudado en su deporte para faltar con las tareas y eso que es un deportista de talla internacional que tiene que estar viajando».
Desde muy pequeño, David ha marcado diferencias. Dejó muy rápido juguetes, como carritos y pelotas, y se dedicó de lleno al juego del ajedrez. Y no ha habido poder sobrehumano que le haga cambiar de idea. «En vacaciones, por ejemplo, le insistimos que mire otras cosas», señala Clara, pero él siempre responde lo mismo: «pero mamá cómo lo voy a dejar si eso es lo que me gusta».
Tanto es su fervor por el juego de los reyes, los alfiles, los caballos, las torres y los peones que aprovecha las primeras comuniones a las que lo invitan para «volarse» al Parque del Ajedrez a tirarse unas partiditas.
«Para la edad que tiene es demasiado responsable, centrado, casi nunca se le ve bravo y cuando uno lo regaña es muy receptivo, sabe dialogar, no se descontrola», confirma Mauricio Ríos, su más reciente entrenador. «Es más, me atrevo a decir que ni siquiera las niñas lo desconcentran cuando está metido de lleno en el cuento del ajedrez», agrega.
Jocoso, tomador del pelo, más no fastidioso, David Arenas no tiene ninguna aprehensión con nadie: así como entabla diálogo con compañeros de su edad, también lo hace con mayores. Es sencillo; amigo de las buenas compañías, una lección que tomó de sus abuelos y padres, y que, según él, le ha servido para enfrentarse a la vida.
La Internet es su compañía sagrada: chatea y a veces se divierte con juegos de fútbol, pero considera este medio su más valiosa herramienta de trabajo porque, por lo general, se la pasa buen tiempo del día estudiando y analizando las partidas que baja de las diferentes webs.
«Nos asombramos de todo lo que ha progresado gracias al ajedrez», narra Víctor Hugo, un administrador de empresas que tuvo que aguantarse el garrotazo de que su hijo no se dedicara al fútbol como quería.
La tranquilidad, el don de gentes, el buen genio, la sagacidad, la humildad, de la que su mamá, una tecnóloga en Administración Turística, señala, heredó de sus abuelos, son valores que ha fortalecido.
«Nadie alcanza a saber las dimensiones de estos galardones. Para él es el mayor impulso para seguir adelante en su carrera y servir de ejemplo para muchos niños que hoy lo miran como esas personas que pueden ser en un futuro», dice Clara, la más feliz de tener un elegido.

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