La campeona olímpica recibió el premio EL COLOMBIANO Ejemplar en la categoría Deporte-Persona en 2001.
Ninguno de los niños que María Isabel Urrutia entrena en las clases de levantamiento de pesas de las escuelas de formación del Ministerio del Deporte en Bogotá había nacido el 20 de septiembre de 2000. Sin embargo, todos la reconocen. Algunos porque sus padres les contaron de la hazaña que logró ese día, pero la mayoría porque ha leído su historia en internet y redes sociales.
Ese miércoles en Sidney, cuando comenzó la prueba, todavía era martes en Colombia. Muchas personas se fueron a dormir y supieron de su triunfo al otro día. María Isabel había obtenido la medalla de oro olímpica en la categoría de 75 kilogramos, la primera en la historia del deporte nacional en cualquier disciplina. Ese día no fue tendencia ni tampoco se hizo viral, no eran épocas de redes. Aún así, hoy muchos niños y jóvenes, en especial deportistas, la consideran como un referente y un ejemplo a seguir, pese a que nunca la vieron actuar en vivo.
Cuando comenzó su trayectoria deportiva, las cosas funcionaban distinto. Los deportistas, dice a EL COLOMBIANO, soñaban con salir en los periódicos para tener evidencia de sus logros cuando se retiraran. Los principales referentes eran futbolistas y pocos de los demás deportes. Por eso, valora el hecho de que, dos décadas después de terminar su carrera siga siendo un ejemplo no solo por sus triunfos, sino por el legado que dejó en el deporte del país.
La emociona el hecho de compartir ese reconocimiento con otros referentes más actuales como Mariana Pajón, Catherine Ibargüen, Nairo Quintana o Egan Bernal, quienes han logrado emular o incluso superar su hazaña, con la plusvalía de que estos han disfrutado de una exposición distinta a la que le tocó.
“Hoy las redes sociales son importantes; muchos niños me conocen porque les ponen tareas en las que deben averiguar lo que hice, y se meten en redes sociales y lo encuentran. Eso me ha servido para seguir vigente. Antes ni teléfono fijo había”, afirma.
“Ayudar al que pueda”
El máximo logro deportivo de su carrera lo consiguió al final, tras casi veinte años de dedicación y esfuerzos. Tenía 35 años y había tenido una exitosa trayectoria que le reportó triunfos en cuanto evento nacional e internacional participó, pero le faltaba una medalla olímpica para alcanzar la cúspide.
Cuando abandonó las pesas, creyó que se dedicaría a trabajar como funcionaria en empresas municipales de Cali, tal como lo hacía al principio de su carrera deportiva, cuando combinaba la actividad física con las oficinas. Pero cambió de idea y quiso hacer algo más por el deporte nacional, además de haberle entregado, hasta ese instante, el máximo logro a nivel olímpico de la historia.
Su experiencia como deportista le dio algunas señales. Tener que superar muchas dificultades para conseguir apoyos y recursos, además de recorrer escenarios con una precaria infraestructura, motivaron en ella la intención de postularse al Congreso de la República y desde la política intentar generar un impacto positivo. “Hoy a los deportistas y entrenadores los contratan y les pagan desde el Ministerio del Deporte. A nosotros no nos tocó así”.
Fue una faceta completamente diferente, pero que superó sus expectativas. “Conocer la Constitución colombiana, defender los derechos de las personas, proponer leyes, era algo muy distinto”. Su discurso estaba respaldado en un mensaje de juego limpio y honestidad que había forjado en su disciplina.
Dos períodos estuvo en el Congreso como representante a la Cámara por la Circunscripción Nacional Especial para Comunidades Negras de 2002 a 2010. El proyecto Congreso Visible, de la Universidad de Los Andes, destaca de su labor la autoría de 35 proyectos de ley y la ponencia en otros 65, entre ellos las normas que permitieron mediante IVA financiar el mejoramiento de los escenarios deportivos para los Juegos Bolivarianos de Armenia en 2005 y de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena en 2006, y el otorgamiento de pensiones a deportistas con triunfos olímpicos, tal como ella lo soñó en ejercicio.
Hoy María Isabel, además de trabajar en las escuelas de formación del Ministerio del Deporte, está vinculada como entrenadora del Instituto Distrital de Recreación y Deportes de Bogotá, donde intenta, con su ejemplo, formar a los futuros deportistas, pero además a mejores seres humanos.
“Si a uno lo nombran como ciudadano ejemplar, es porque ha sido una persona que puede ser líder, y eso es lo que traté de hacer y lo sigo haciendo. Trabajar en lo social, ayudar al que pueda. Seguir siendo una referente de buena conducta, de haber entrenado bien en mi carrera es lo que ahora me sirve en lo personal”, cierra María Isabel.
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