Persona Ejemplar: Solidaridad
Lucía de la Cuesta, más que ejemplar
La bondad en Lucía de la Cuesta de Londoño no conoció nunca límites. En su trato con los demás no hubo distingos y mucho menos cuando de necesidades se trataba. Ahí era entonces cuando su misericordia por el otro se hacía palpable. Siempre defendió a la familia, ese núcleo primario que para ella era sagrado, y cuando sus hijos estuvieron grandecitos, le dio un giro a su vida a partir de una reflexión: ¿cómo tener tanto y no devolver nada? La respuesta fue dar de su tiempo. Y vaya si lo hizo.
Empezó como voluntaria junto a Luz Castro de Gutiérrez en el Comité Privado de Asistencia a la Niñez (PAN), para la atención a los menores huérfanos o abandonados, y siguió el sendero del servicio y la ayuda a los demás hasta llegar a ser alcaldesa cívica.
“La compasión la acompañó siempre y movía resortes por quienes sufrían y tenían necesidades”, afirmó sobre ella el padre jesuita Gustavo Baena. Y agregó que fue un ejemplo de cómo debemos vivir. Por su parte el padre Horacio Arango, director del Centro de Fe y Culturas de Medellín, y amigo personal de la familia, la definió como una mujer extraordinaria, transparente y maravillosa que vivió siempre en función de ayudar a los demás.
“Se pasó la vida tejiendo lazos de unión. Lucía fue una artesana de la paz. Una mujer capaz de mirar en el otro lo que tiene para potencializarlo. Ella fue una servidora de la solidaridad”. Lucía de la Cuesta Arias de Londoño fue siempre una conectora: juntaba voluntades en favor de otros. Su entrega desinteresada y permanente le permitió darle vía libre a esta pasión que la movió en favor de los más necesitados.
Sus logros son el resultado del sentido de la responsabilidad social, de su entrega y dedicación a las causas del bien común.